Además de una intensa actividad minera, la ciudad de Brumadinho, en el sudeste de Brasil, también vive de un incipiente turismo, hoy tocado de muerte tras el desastre provocado por el derrumbe de un dique de residuos ferrosos de propiedad del gigante minero brasileño Vale.
El pesimismo se ha adueñado de esta localidad del estado de Minas Gerais, que había encontrado en el turismo una prometedora fuente de ingresos para reducir su extrema dependencia con el sector minero y más concretamente, con Vale, principal motor económico de la región.
El ‘tsunami’ de barro, que devoró el pasado viernes las instalaciones de la minera, granjas, posadas, viviendas y carreteras, deja ya 65 muertos, 279 desaparecidos y la sensación de que algo más se ha ido con él: la ilusión de una ciudad.
“Acabó, acabó. ¿Quién va a querer venir a un sitio de riesgo, en el que en cualquier momento se puede romper una represa?”, afirma a Efe Natalia Farina, fundadora del primer albergue de Brumadinho, “Hostel 70”, y quien además busca a su cuñado, desaparecido en la tragedia.
En los alrededores de esta localidad de unos 33.000 habitantes hay un sinfín de cascadas, ríos en los que bañarse, rutas de senderismo y una rica gastronomía de interior, propia de Minas Gerais, estado brasileño en el que la entrada de turistas extranjeros creció un 65 % en 2017.
Pero el mayor atractivo es el museo Inhotim, considerado el mayor centro cultural de arte contemporáneo al aire libre de Latinoamérica y evacuado a las prisas después de que colapsara la represa, que contaba con una capacidad para almacenar 12,7 millones de metros cúbicos de residuos frente al millón que se divulgó en un principio.
Con más de 500 obras de artistas de renombre nacional e internacional, Inhotim mantiene cerradas sus puertas desde la catástrofe en solidaridad con las víctimas y solo reabrirá a partir de este jueves, aunque “atento a las condiciones de la región”, señaló a Efe la asesoría del museo.
Las autoridades brasileñas estuvieron en alerta durante buena parte del domingo ante el “riesgo inminente” de la rotura de una segunda represa del complejo de Vale, una posibilidad que se descartó a las pocas horas.
Leonardo Esteves es director de la agencia de viajes Brumatur, fundada hace seis años, y dice a Efe que la tragedia llega en un momento en el que había “señales claras de que volvería el crecimiento”, tras la profunda crisis económica de 2015 y 2016.
“No estoy queriendo ni proyectar cómo serán los próximos años, porque si me paro a pensar, las previsiones serán horribles”, expresa.
Su negocio organiza viajes al extranjero para los vecinos de la región, muchos de los cuales trabajaban en Vale, y también ofrece tours a Inhotim para los turistas locales o extranjeros.
Las primeras cancelaciones de viajes desde la catástrofe ya se han materializado en otras agencias socias, asegura Esteves.
“Por ahora, no conseguimos medir el tamaño del estrago, pero ya está a la vista”, vaticina.
En un pequeño local donde vende chancletas y gorras, Francisco de Assis, padre de dos hijos, también se espera lo peor para los próximos años.
“La economía ahora va para abajo. Brumadinho dependía mucho de Vale”, indica a Efe Assis para decir después que la empresa “solo piensa en el dinero”, pues el dique de contención que se rompió era para haberse “vaciado” hace ya algún tiempo.
La catástrofe “va a incidir directa e indirectamente en toda la vida financiera de la población”, comenta Darlene Roque, dueña de una inmobiliaria que lleva su nombre, dedicada principalmente a los alquileres temporales.
“Todo el dinero que circula en nuestra ciudad, viene a partir de los empleos que genera Vale. Todo aquí depende de Vale”, explica.
Por el momento, el gigante minero brasileño ha anunciado que donará 100.000 reales (26.500 dólares) por cada familia de desaparecido.
En 2017 Vale tuvo beneficios netos por 17.627 millones de reales (hoy unos 4.680 millones de dólares), lo que supuso entonces un aumento del 32 % con respecto al año anterior. Hasta septiembre del año pasado, sus ganancias llegaban a 3.074 millones de dólares.