Groenlandia, tierra de hielos

Groenlandia, tierra de hielos

Poco a poco el Ártico se vuelve más asequible para viajeros con cierto espíritu aventurero. No son territorios cómodos para viajar, no tienen carreteras que faciliten las comunicaciones, la infraestructura hostelera es pequeña, las condiciones de vida son duras… pero, a pesar de esto y por esta misma circunstancia, Groenlandia engancha. Se siente la autenticidad de sus pobladores, la naturaleza en su estado más puro, la mente del viajero se abre y afloran sentimientos de libertad, sensaciones nuevas bajo el estado de calma y silencio que se respira en la tierra del hielo eterno.

Este es el relato de un viaje a lo desconocido, en el que se puede afirmar que la autenticidad de todo un país rebasa las fronteras de lo alcanzable y los umbrales de la percepción. Un viaje a otra época, a otra perspectiva, donde te transportas a una vida rodeada de paisajes helados que se derriten ante el calor de la gente que habita en sus poblados. No es un viaje a una gran capital, ni un destino de grandes rascacielos, ruinas históricas y gente por doquier.

Conocer Groenlandia es conocer un poco más sobre ti mismo y vivir una experiencia fuera de cualquier expectativa. Y es que siempre los viajes se configuran como paréntesis en nuestras vidas, como páginas de recuerdos que se separan completamente de la rutina diaria, son esas pequeñas metas alcanzables que planeamos con riguroso cuidado durante el año. Por ello, plantearse conocer Groenlandia supone, además de un nuevo reto dentro de nuestra cotidianeidad, tener la posibilidad de vivir una experiencia única e inigualable. ¿En que otro lugar del mundo a la salida del aeropuerto te recoge un trineo tirado por perros para llevarte a una casita cubierta de nieve?

BELLEZA HELADA

Kalaallit Nunaat, o bien Groenlandia, es un país de contrastes y la mayor parte del año está totalmente aislado del resto del mundo; gracias a ello su cultura, a pesar de las inevitables influencias danesas, se ha preservado con gran fidelidad respecto al pasado. La mayoría de sus habitantes continúan con sus tradicionales formas de vida y viven de la caza, pesca y el mundo errante tras los animales que les aseguran su diario sustento. En las comunas más aisladas es fácil encontrar nativos pescando con el kayak y el arpón, en una idílica imagen que te transporta a otros tiempos.

Situada en el Océano Glacial Ártico, después de la Antártida, la isla constituye la mayor extensión de tierras heladas del planeta, pues más de las cuatro quintas partes de su superficie están cubiertas por una capa de hielo y la mayor parte de la población se concentra en el oeste, donde el clima es menos riguroso. Una de las formas más fáciles de llegar a Groenlandia es vía Islandia. A través de este país se realizan los vuelos al Aeropuerto Internacional de Kulusuk que, en verano, goza de una inusitada actividad. Uno tiene, entonces, la oportunidad de disfrutar de unos paisajes entrañablemente sorprendentes y solitarios donde el blanco inmaculado se pierde en el horizonte.

Casitas de madera de colores que se esconden bajo capas de nieve y niños que juegan felices, inmunes al mundo en el que viven. El viajero, visitante, aventurero o turista, una vez en la isla, desarrollará una pasmosa capacidad de adaptación consiguiendo olvidarse de los horarios, del reloj, y entendiendo el modo de vida de sus gentes, que viven enclavadas en el siglo XIX y reciben a través de la televisión imágenes de un mundo de consumismo desordenado que tanto les cuesta comprender. Y acomodado y desatado de la tradicional prisa y la urgencia en la que se vive normalmente, comenzarás a disfrutar de todo lo que el Ártico puede ofrecerte.

Si eres amante de los deportes de alto riesgo, en esta tierra de sacrificada belleza tienes la oportunidad de realizar kayak entre los fiordos, trekking y escaladas acompañados de la naturaleza en estado virginal o, si lo prefieres, puedes embarcarte y navegar entre casquetes gigantes de iceberg, bañarte en aguas termales, apuntarte a un tour fotográfico, con la esperanza de poder capturar algún toro almizcleño, varios renos, o ballenas y focas en el mar; o simplemente, puedes dedicarte a contemplar el encanto de un territorio que no ha sufrido el paso del tiempo.

Los poblados y ciudades de esta isla de hielo concentran la vida de los inuits y se presentan como destinos sugerente para los visitantes que decidan adentrarse en este paradero y saborear la cultura local, como en la pequeña aldea de Kulusuk, donde sus casi 300 habitantes les abren sus brazos a cualquiera que desee conocer un poco sobre los indígenas del Ártico.

Icebergs floating in the Atlantic Ocean, Greenland

Qassiarsuk es otro poblado cerca de Narsarsuaq, al sur de Groenlandia, donde se encuentra una réplica de lo que fue la primera iglesia cristiana construida en Norteamérica, a la que Groenlandia pertenece geográficamente. Y en Ilulissat, en la boca del fiordo Kangia, se encuentra el yacimiento arqueológico de Sermermiut, donde se estableció el asentamiento humano más primitivo de la isla hace 4.400 años.

En esta ciudad, la más grande del norte del país, se pueden visitar un par de museos bastante interesantes. Por un lado, el Hunting and Fishing Museum, dedicado a la caza de ballenas y la pesca y, por otro, el Ilulissat Museum ubicado en la casa donde vivió el gran explorador Knud Rasmussen y dedicado básicamente a él y a Jorgen Bronlund, también nacido en Ilulissat. La capital, Nuuk – El Cabo, en groenlandés – se encuentra a unos 500 kilómetros al sur de Ilulissat y representa, con sus 13.000 habitantes, la mayor aglomeración urbana de la isla.

Nuuk alberga el Museo Nacional de Groenlandia, donde se exhibe la historia local, momias de inuits bien conservadas, kayaks y otros artefactos sobre la historia y cultura de este país y sus moradores. Precísamente sus gentes, los llamados inuits, son descendientes de los primeros pobladores de esta inmensa isla, donde se han encontrado restos arqueológicos de unos 4.500 años de antigüedad coincidentes con los utensilios encontrados en Alaska, demostrando con ello que fueron los pobladores de Alaska los que sucesivamente fueron avanzando, atravesando todo el continente americano y las aguas heladas del mar de Davis hasta llegar a Groenlandia. Visitar Groenlandia es conocer una de las últimas fronteras de nuestro planeta.

Un espacio prácticamente virgen cuyo interior aparece todavía en blanco en la mayoría de mapas. La mal llamada “tierra verde” (Greenland) – que recibe su nombre porque un día, los audaces vikingos desembarcaron y se sorprendieron por la ausencia de nieve en sus costas veraniegas – sorprende a cualquiera que se atreva a conquistarla.