La fiesta musulmana del carnero que se celebra hoy ha sido siempre un acontecimiento familiar, pero al convertirse cada año en un largo puente festivo, los hoteles marroquíes tratan de adaptarse y ofrecen un servicio ad hoc: “Traiga usted su carnero, nosotros lo sacrificamos y se lo ofrecemos en el plato”.
Si hay en el calendario marroquí una fiesta sagrada, es la del carnero, tanto que se le llama “la Fiesta Grande”, pero en este mundo moderno cada vez hay más personas que tratan de evitar la parte más sangrienta del ritual: el degüello y descuartizamiento del animal, que teóricamente debe hacer el cabeza de familia en imitación del sacrificio que hizo Abraham al perdonarle Dios la vida de su hijo.
Así, la subcontratación de matarifes que se pasean por la ciudad con largos machetes para sacrificar a los carneros es una estampa corriente en las calles marroquíes el día de la fiesta, pero esto no evita otros engorrosos problemas: ¿qué hacer con la lana del carnero muerto y con su cornamenta? ¿y con el olor que invade casas y calles durante días?.
Para los hoteles, la Fiesta del Sacrificio ha sido tradicionalmente temporada muy baja, por celebrarse siempre en familia, y sus “packs de Aid al Adha” (como se conoce la fiesta en árabe) con menús a base de cordero y música tradicional no conseguían enganchar a los clientes.
Hasta que algunos hoteles comprendieron la cuestión: el marroquí quiere comerse “su” propio carnero, ya lo mate él o el matarife, y en consecuencia idearon una fórmula original: el cliente trae su carnero al hotel y el personal del hotel se encarga de todas las tareas manuales de la matanza.
“Usted déjese mimar con los desayunos y comidas de la fiesta y su señora no tendrá nada que hacer, porque el hotel se ocupará de todo”, reza una publicidad de una cadena hotelera, que promete además “un ambiente totalmente festivo con animación folclórica durante todo el día”.
Uno de los hoteles pioneros en ofrecer este “pack con carnero incluido” (con un suplemento de 500 dirhams, o 45 euros) es el Eden Andalou de Marrakech, que estos días está lleno a reventar. Contactado por Efe, un responsable lo explica así: “Usted trae su propio carnero la víspera de la fiesta por sus propios medios, y nosotros se lo guardamos hasta el momento crítico”.
“El día de la fiesta, puede degollar al carnero usted mismo en una dependencia del hotel, o si prefiere dejar el cuchillo en manos de un profesional mientras usted asiste al sacrificio en primera línea”.
“Lo que le garantizamos es que después nos encargamos de todo lo demás: despellejar al animal, descuartizarlo y guardarlo en las cámaras frigoríficas del hotel mientras lo vamos cocinando según los rituales de la fiesta. El día de su partida, recoge toda la carne sobrante y se la lleva a su casa”.
Pero si el propio transporte del animal supone un problema, el hotel también se adapta al cliente, pues mata a sus propios carneros para alimentar al numeroso personal del establecimiento, y el cliente puede sencillamente encargar los platos típicos de la fiesta.
Que no falte, por ejemplo, el muy apreciado “bulfaf”: brochetas con pequeños trozos de hígado del carnero envueltos cada uno con la fina película de grasa que rodea al estómago del animal; todo ello puesto a la brasa del carbón y condimentado con sal y comino.
No puede decirse que este “pack turístico del carnero” tenga hasta ahora un público masivo, en parte porque solo lo ofrecen hoteles de alta gama, con espacios disponibles para animales vivos y muertos, pero la idea va cuajando en uno de los países del orbe musulmán más apegados a su fiesta, tanto que este año se espera que cuatro millones de carneros sean pasados a cuchillo.