En 1937, la ahora paradisíaca Isla de Pascua tenía poco valor para el Gobierno chileno, que la ofreció en venta a la Alemania nazi. Era un tiempo en el que la lepra campaba en el lugar y dos compañías ganaderas explotaban a sus pobladores con métodos esclavistas.
Este panorama es retratado por el historiador y periodista español Mario Amorós en “Rapa Nui, una herida en el océano”, libro que narra la historia de “sufrimiento y de opresión” que vivió el pueblo originario de la isla durante ocho décadas.
En una entrevista con Efe, Amorós dijo haber realizado un esfuerzo de síntesis para contar la historia de la Isla de Pascua desde sus orígenes y aportar aspectos nuevos de su pasado, sobre el que cree que existe “un gran desconocimiento”.
La Isla de Pascua, denominada Rapa Nui en la lengua de su pueblo originario, los rapanuis, y ubicada a unos 3.800 kilómetros al oeste de la costa de Chile, en el océano Pacífico, es uno de los destinos turísticos más conocidos del país austral y fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1995.
Los 887 moáis, las icónicas y mundialmente conocidas esculturas de piedra que hay en la isla, son su mayor seña de identidad.
Hace unas décadas la situación era muy diferente y los propios rapanuis buscaron escapar de un lugar en el que fueron confinados a sólo una parte de su territorio, y explotados y violados en sus derechos más elementales como mano de obra barata por dos compañías privadas a las que Chile arrendó las tierras de la isla.
La lepra se extendía, las condiciones médicas y sanitarias eran precarias y el Gobierno de Chile, que veía la isla como destino perfecto para deportados políticos, la llegó a ofrecer en venta a países extranjeros, entre ellos la Alemania nazi, para financiar la construcción de dos busques de guerra para la Armada.
Este punto es uno de los más novedosos que divulga el libro de Amorós, que se hace eco de una investigación del profesor húngaro Ferenc Fischer presentada en un congreso de Historia en Cádiz, en 2011.
Fischer desveló que en 1937 hubo conversaciones entre la embajada alemana en Chile y el Gobierno del país austral sobre a venta de Rapa Nui para costear los buques de guerra.
En ese mismo año, Chile ofreció la venta de Rapa Nui a Estados Unidos, Japón y el Reino Unido.
“Detrás de la imagen de una isla reconocida universalmente por los moáis hay una historia muy dura de sufrimiento y de opresión por responsabilidad del Estado de Chile, que miró la isla como una colonia”, resumió Amorós.
En 1888, por el llamado Acuerdo de Voluntades, el pueblo rapanui cedió a Chile la soberanía de la Isla de Pascua, pero no la propiedad de sus tierras.
No obstante, el Estado chileno arrendó Rapa Nui a dos empresas privadas para su explotación ganadera, a la Compañía Merlet, en 1895, y a la Compañía Exploradora de la Isla de Pascua, en 1903.
Ambas sometieron a los rapanuis al confinamiento y cometieron “toda clase de vejaciones y atropellos a los derechos humanos, utilizando a la población como esclavos, obligándolos a trabajar en extenuantes jornadas”, relató en 2003 la Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato con los Pueblos Indígenas.
Con la entrada y expansión de la lepra, la isla se transformó en un lugar “maldito”, y el peligro para los habitantes del continente hizo que la enfermedad se aprovechara para prohibir a los rapanuis salir del territorio insular.
El acuerdo entre Chile y las compañías privadas se mantuvo hasta 1953, pero no fue hasta 1966 que el Estado reconoció los derechos civiles y políticos de los rapanuis y admitió haber incumplido el Acuerdo de Voluntades.
En la actualidad, los descendientes de aquellos isleños han demandado a Chile ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
En su denuncia, presentada en 2015, no impugnan la pertenencia de la isla a la República de Chile, pero piden la restitución de sus tierras ancestrales y de los recursos naturales.
Exigen también las disculpas públicas del Estado de Chile por el régimen de esclavitud y las violaciones de los derechos humanos que sufrieron hasta mediados de los años sesenta.
“Tengo entendido que es una de las causas relacionada con los pueblos originarios de América más importantes que maneja la CIDH”, dijo Amorós.
“Creo que va a ser un proceso largo, pero dentro de unos años la CIDH dirá lo que como historiador yo creo: que el pueblo rapanui tiene razón en su reclamo para recuperar sus tierras ancestrales y gestionar los recursos naturales de la isla“, concluyó el autor.