Como si de la urbe más cosmopolita se tratase, hay un pulmón verde en la provincia de Burgos que presume de contar con un sinfín de especies naturales, perfectamente organizadas y estructuradas.
San Zadornil, bosque de bosques, ha situado a esta provincia en el punto de mira. No solo en cuanto a espacios naturales se refiere, sino también en lo relativo a disposición y articulación de sus paisajes.
Encinas, hayas, bojs y secuoyas dan forma a una estructura en verde, integrando una metrópoli que con el paso de los años se ha ganado el título oficial de “El Nueva York de los Bosques”. Un entorno de biodiversidad que se nutre del clima de Las Merindades, que cuenta con 14 árboles emblemáticos pertenecientes a las principales especies forestales de la Península Ibérica.
Un espacio adaptado para recorrerlo tanto a pie, como a caballo o en bicicleta eléctrica a través de sus carreteras naturales. Un homenaje a lo urbano dentro de un ecosistema que nunca duerme. Su masa forestal cumple con los requisitos de cosmopolitismo del que presumen las principales urbes, donde sus barrios, calles y plazas convierten la visita a San Zadornil en un cómodo y organizado paseo para el visitante.
Gracias a la inmensa variedad de especies arbóreas, visitar San Zadornil constituye todo un viaje a través de los paisajes más espectaculares de nuestro país. Castañares, madroños, encinares y pinares reciben al caminante, conviviendo en armonía con las secuoyas gigantes y coníferas de los Alpes del denominado “Barrio de los Extranjeros”.
Un bosque de bosques articulado en calles y plazas
Auténticas manzanas urbanas integran este paraíso natural, cada una con su propia personalidad. En el exclusivo “Barrio de las Hayas”, suelos arcillosos dan lugar a una característica frondosidad, en un oscuro paisaje situado en el barrio más alto de San Zadornil. Su antítesis podría ser el “Barrio de las Encinas”, una zona de suelos pobres donde también habitan enebros, arces de Montpellier y parte de hayedo.
En el “Barrio de los Pinaster” los pinos resineros crecen en una zona arenosa y seca, donde también habitan robles y arces. En el último barrio, el de “Los Castaños”, estos árboles centenarios han encontrado su acomodo, una especie que también habita en los bosques próximos a San Zadornil.
Todo un mosaico de culturas forestales, fragmento del parque natural Montes Obarenes – San Zadornil, que cuenta además con una detallada señalización que invita al turista a disfrutarlo a través de sus espacios públicos habilitados para el descanso.
Rutas singulares
Avenidas para circular en e-bike (bicicleta eléctrica), calles idóneas para recorrerlas a pie o a caballo y diferentes callejuelas (antiguos caminos vecinales) conducen a los puntos más recónditos de esta ciudad verde. Caminos que desembocan en singulares plazas naturales, auténticos nudos de comunicación articulan este bosque urbano.
“El Casumbo”, la zona más atlántica de esta metrópoli, constituye un territorio lleno de misticismo, con sus árboles llenos de musgos y líquenes y una luz tenue que confiere a este lugar un encanto especial.
Zonas de pino silvestre conforman “Los Barrerones”, la plaza compuesta en su mayor parte por sotobosque lleno de boj. Desde Villafría de San Zadornil se accede a esta plaza que tiene en El Refugio del Boj su lugar más legendario.
El punto más cosmopolita de San Zadornil lo encontramos en Membrulle, el rincón ideal para tomar un descanso. El escaso desnivel de esta plaza natural la convierte en el lugar perfecto para apreciar este paraje, en su día habitado por los templarios. Llena de contrastes se erige la plaza del Ampo, zona regada por el arroyo del mismo nombre al que dan sombra pinos silvestres y acebos.
Para quienes vayan en busca de lugares recónditos, “Los Barrucales” constituye un refugio integrado en el Barrio de los “Pinaster”, donde el aroma a resina impregna todo el ambiente.
En La Resilla, las secuoyas plantadas en 1.960 se han adaptado a las condiciones tan diferentes de su lugar de origen. Un lugar dentro del propio barrio de “Los Extranjeros” donde poder apreciar al detalle la singularidad de este ecosistema propio.
Un oasis verde, espejo de la ciudad más auténtica, que con el paso de los años se ha interpretado a sí mismo, que no deja de sorprender a turistas y estudiosos.