La saturación humana y del tráfico, las diferencias culturales y lingüísticas o la falta de alojamiento son algunos de los retos que afectan a los principales destinos turísticos de Japón por la creciente ola de visitantes.
A poco más de un año de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, una encuesta del Gobierno japonés evidenció que las localidades del país frecuentadas por los viajeros ya experimentan los habituales inconvenientes derivados de una fuerte explosión turística.
Según el estudio, elaborada por la Agencia de Turismo de Japón, un 30,4 % de los municipios se ven afectados por la falta de alojamiento para los visitantes, mientras que un 38,4 % sufre un importante incremento de los atascos a causa de la proliferación de autobuses turísticos.
Las localidades de interés turístico también citaron como problema los modales de los viajeros y su falta de comprensión de las normas, en concreto el uso de los baños (25,4 %), el ensuciamiento de lugares públicos (20,3 %) o el acceso a zonas restringidas (17,9 %).
“Hemos intentado leer un poco al principio antes de venir, para saber lo que podíamos y no deberíamos hacer”, cuenta a Efe Andrés Vázquez, un español que llegó a la capital nipona de vacaciones con su mujer e hijo.
Los estrictos códigos de conducta de la sociedad nipona y la barrera del idioma pueden ocasionar situaciones molestas para los ciudadanos, en especial en grandes urbes como Tokio y Osaka, que en 2017 recibieron un 46,2 % y 38,7 % del total del turismo respectivamente.
Daniel Pinzón, un colombiano de viaje por el país, pone un ejemplo de este tipo de confusiones: “Se puede complicar a veces andar por la izquierda, porque uno está acostumbrado a andar por la derecha, entonces es muy frecuente que uno se esté chocando y estrellándose con la gente”.
Por su parte, la mexicana Diana García destaca las dificultades en la comunicación a causa del idioma: “Siento que muchas personas no hablan inglés o lo hablan muy poco, entonces esa parte es un poco complicada”.
En los últimos años, el país ha experimentado una enorme afluencia de visitantes, alcanzando en 2018 la cifra récord de 31 millones, un aumento del 8,7 por ciento con respecto al año anterior, que también fue un año récord.
No fue hasta 2002 que Japón recibió a 5 millones de turistas, una cifra que se dobló a lo largo de la siguiente década, superando los 10 millones en 2013, y que en los últimos cinco años ha llegado a triplicarse.
A pesar de los resultados de la encuesta, la agencia turística nipona no considera que el “sobreturismo” sea un problema grave para Japón, como sí lo es en otros destinos internacionales como Barcelona o Venecia.
El Gobierno nipón se propuso como meta recibir a 40 millones de turistas para el 2020, y anunció recientemente que planea proporcionar información en diversas lenguas y acceso gratuito a la wifi en 300 rutas de transporte público para marzo de ese año.
Esta iniciativa, que incluirá la habilitación de conexiones especiales con 87 puntos turísticos del países como aquellos que son Patrimonio Mundial de la UNESCO y los parques nacionales, forma parte de los esfuerzos para fomentar el turismo extranjero.
A pesar de las dificultades que supone el adaptarse al creciente número de viajeros, Japón y sus ciudadanos continúan apostando por su particular exhibición de hospitalidad u “omotenashi”, un concepto que implica atender “de todo corazón” a los huéspedes.
Y así lo reconocen aquellos recién llegados al país cómo Pinzón: “Aquí no hay malentendidos con nadie, de hecho a veces uno comete los errores y es la gente la que se disculpa, y eso es algo de la cultura muy interesante”.