El Museo de Londres exhibe desde hoy el “fatberg”, el espeluznante descubrimiento en una alcantarilla del este de la ciudad de una masa de 250 metros de largo y 130 toneladas de aceite y grasa, sustentada con toallitas húmedas y otros productos sanitarios.
El término “fatberg” lo acuñaron los limpiadores de alcantarillas de Londres como un juego de palabras entre grasa (“fat”) y el anglicismo “iceberg”, para referirse a las acumulaciones de aceite que abundan en las cloacas de la capital británica.
La palabra se incluyó en el diccionario en 2015 y se ha popularizado por todo el mundo como manera de referirse a una situación que, más allá de su comicidad, supone un problema severo de higiene pública.
Las piezas en exhibición pertenecen al “fatberg” de mayor tamaño encontrado hasta la fecha, con unas dimensiones que equivalen a algo más de dos campos de fútbol de largo y un peso equivalente al de 11 de los famosos autobuses de dos pisos tan representativos de la capital.
“Se trata de una sustancia que supone un peligro biológico”, explicó a Efe Sharon Robinson-Calver, la jefa de conservación y colecciones del Museo de Londres, quien añadió que “hay muchas bacterias en esta masa, que además desprende gases tóxicos”.
Es por esto que las muestras presentadas al público se limitan a dos bloques pequeños, cada uno de ellos metido en tres urnas de cristal, al más puro estilo de las muñecas rusas, y selladas herméticamente.
La conservación de las piezas supuso todo un reto para los expertos del museo, quienes, tras muchos debates, decidieron secar los restos del “fatberg” para “poder estabilizarlos y controlar las bacterias”, apuntó Robinson-Calver, aunque aún después de estos procesos seguían apareciendo larvas de moscas entre los restos.
Para cerciorarse de que las muestras eran seguras, el Museo de Londres tuvo que trabajar con científicos y expertos de la industria en una tarea de análisis que incluyó, entre otras pruebas, escáneres de rayos X, que generaron unas imágenes que recuerdan a las de las nebulosas en el espacio o la vía Láctea.
Andy Brierley, el director de una de las empresas encargadas del manejo de residuos, explicó que limpiar este ‘fatberg’ -un proceso que duró nueve semanas-, fue “como luchar con una gran bestia salida de una película de Harry Potter bajo las calles de Londres”.
Los trabajadores tuvieron que utilizar unos trajes especiales para protegerse de los riesgos que supone su tarea, que es, además de peligrosa, ardua, ya que implica romper una sustancia de una consistencia parecida a la del cemento con picos, palas y mangueras de agua a presión.
Los restos del “fatberg” se desplazaron después a plantas de eliminación de deshechos, donde se aprovechó la materia grasa para convertirla en biodiesel, que se utiliza para propulsar los autobuses de la ciudad y del que también hay muestras en la exposición.
“La idea de traer estas muestras al museo fue de nuestra directora, Sharon Ament, a quien le pareció que el ‘fatberg’ era una historia increíblemente importante del Londres de hoy en día”, comentó Robinson-Calver.
“Creo que es una cuestión que dice mucho acerca del problema global de crecimiento de la población urbana, así como de los cambios en nuestros hábitos, desde nuestra dieta hasta la manera en la que nos deshacemos de nuestra basura”, agregó la experta en conservación para explicar la importancia de exponer algo de apariencia tan desagradable.
La realidad es que los sistemas de alcantarillado de Londres apenas pueden hacer frente al ritmo de deshecho en la metrópolis moderna: cada hora los servicios de limpieza se encargan de al menos tres atascos de cañerías por grasa, lo que supone un gasto mensual de cerca de un millón de libras, unos 1,14 millones de euros.
El Museo de Londres y Thames Water, la empresa de deshecho que patrocina la exhibición, esperan que esta cree conciencia entre los visitantes de las cosas que se pueden tirar por las cañerías y las que no, aprovechando el revuelo y la sensación que causó el descubrimiento de este “fatberg” el pasado septiembre.
“Fatberg!” formará parte de la exposición del Museo de Londres, de acceso gratuito, entre mañana viernes 9 de febrero y el próximo 1 de julio.