La minería es hoy en Asturias un símbolo de una forma de vida y sus mineros, memoria de una época pasada.
Pueblos que estaban llenos de gente, ríos que bajaban negros, bares y tiendas abiertas. Cuando se estableció el cierre de los pozos estos empezaron a cerrar en cascada. De la treintena que Hunosa gestionaba entre las cuencas del Nalón y el Caudal, hoy sólo queda uno a las afueras de Mieres.
La minería del carbón ha quedado reducida en España a un único pozo activo, el de San Nicolás, en Mieres (Asturias), en el que actualmente trabajan entre 350 y 400 personas, frente a los 53.000 trabajadores que alcanzó el sector en sus mejores momentos. Situados estos son los valles de los ríos Nalón y Caudal, así como sus afluentes (principalmente los ríos Aller, Candín y Samuño).
En este contexto, Hunosa y los trabajadores han emprendido una lucha encarnizada por reinventarse, por buscar nuevas utilidades a un modelo de negocio al que los vaivenes de la economía y la contaminación que este sector genera han puesto contra las cuerdas. Hunosa se ha embarcado en varios proyectos relacionados con la sostenibilidad social entre ellos promocionar el turismo minero o industrial como afirma Gustavo Pañero, director de comunicación de Hunosa. Una salvación que pasa en la actualidad también por crear centrales de geotermia, aprovechando el agua que inunda los pozos mineros abandonados –hay más de 4.500 kilómetros de galerías en el subsuelo asturiano–, y que permite ya en una primera fase dotar de calefacción a varios centros educativos y un hospital.
Un mundo subterráneo
Hunosa, que ensaya también la instalación de plantas de biomasa, ha empezado a sacar rendimiento turístico a su inmenso patrimonio industrial, como ocurre con el pozo Sotón siendo un ejemplo claro de reconversión y de sostenibilidad social. “El patrimonio industrial que tiene Hunosa es enorme y es un recurso que, desde el punto de vista del turismo, tiene muchísimo interés por que en un área geográfica bastante pequeña se concentran muchísimos recursos con una historia extraordinaria. Es una oportunidad nueva de negocio que evidentemente no puede sustituir a la actividad minera. En su pico más alto, Hunosa llegó a tener unos 25.000 trabajadores, es decir 25.000 familias que dependían de esta industria, era casi un mono cultivo económico. El turismo no puede sustituir esto, pero si puede ser un recurso que ayude a la reactivación del territorio” comenta Gustavo Pañero.
Pozo Sotón
El Pozo Sotón se alza en un angosto valle a orillas del rio del Nalón. Es un complejo minero ajardinado y adecentado que alberga la mina más profunda de España, con sus casi setecientos metros. Tiene algo que la asemeja al cementerio de Arlington: en la explanada central, sobre una alfombra de cuidado césped, se encuentran casi quinientas lápidas en memoria de los caídos en sus entrañas. Quinientos muertos en acto de servicio.
Una vez vestidos de mineros con el equipamiento proporcionado por ellos (traje, camiseta, calcetines, calzoncillos, casco, etc) uno se encamina hacia la “jaula”, es decir, un armazón que desciende a lo más profundo de la mina.
Podría decirse que es un momento casi litúrgico. Ahí, apretados, en silencio, se siente la magnitud de la gesta que día tras día han hecho los mineros.
No se experimenta miedo en ningún momento durante la estancia en las entrañas de la tierra. Se siente una mezcla de admiración y orgullo por compartir unas horas ahí abajo con ellos. Es una de las experiencias más extraordinarias que se pueden sentir.
Una épica que continúa viva con cada descenso de la ‘jaula’. La luz se apaga, el aire se vicia y el eco de martillos neumáticos y rozadoras se mezcla con el de los conductos de ventilación. El silencio y la oscuridad es total sino fuera por el trabajo titánico hecho por los mineros.
Pozo Arnao
La mina de Arnao es uno de los conjuntos de patrimonio minero más emblemáticos de España. Dado que es la explotación de carbón mineral más antigua de la Península Ibérica, el pozo vertical más antiguo de Asturias y la única mina submarina de Europa. Cerrada en 1915, su castillete de madera, que ha merecido la calificación de Bien de Interés Cultural, y sus galerías subterráneas, con cerca de doscientos años, permiten revivir el ambiente de una mina primitiva.
Lo que más llama la atención no es el pozo en sí mismo (que también) sino las condiciones de vida y de trabajo de esos mineros de finales del siglo XIX y principio del XX donde quedan claras las condiciones de trabajo infrahumano de los propios hombres pero sobretodo de los niños, los famosos “guajes de la mina” y de las mujeres. Los niños empezaban a trabajar con 12 años sino antes y las mujeres cobraban la mitad del sueldo de los hombres. Estremece pasear por las estrechas galerías de ladrillo macizo con la luz de un candil e imaginar el padecimiento en jornadas de trabajo de más de 12 horas siempre acechados por enfermedades como la silocisis. Mención aparte el centro de interpretación con un excelente trabajo de documentación histórico y social.
Bustiello
Para completar la visita al Pozo Sotón, es de obligada parada el poblado de Bustiello. Constituye un ejemplo de ingeniera social.Es un conjunto de viviendas mineras levantado entre 1890 y 1925 por la Sociedad Hullera Española, una relevante empresa minera del grupo industrial del Marqués de Comillas. Impresiona el nivel de conservación y el planteamiento social hecho ahí. Impacta el tamaño inusualmente grande de la iglesia, el monumento al Marques de Comillas cargado de intencionalidad, un casino, una escuela, un sanatorio…y los alojamientos, para ingenieros y obreros, que responden a un cuidado plan de conjunto y un esmero estético inusuales.
Para descubrirlo y comprender las claves del “paternalismo industrial” que ejemplifica, el recorrido debe iniciarse en el Centro de Interpretación ubicado en uno de los antiguos chalets (la casa de Don Isidro) donde se expone ordenadamente la importancia geológica e industrial de la cuenca minera, así como la red de firmas empresariales del Marqués de Comillas y, finalmente, las características del poblado desde una perspectiva histórica, artística y patrimonial, para las que se reserva el segundo piso del edificio, desde donde se domina este singular poblado que responde al modelo de ciudad jardín. Cabe resaltar que son cuarenta viviendas para mineros “modélicos” frente a los más de 4.000 trabajadores que tuvo la Sociedad Hullera Española.