El pueblo mágico de Sayulita es uno de los destinos más atractivos del Pacífico mexicano no solo por lo rústico de sus calles, sino por la posibilidad de surfear o nadar en la “Playa de los muertos”, a la que se llega atravesando un cementerio.
Este pueblo de unos 2.300 habitantes está ubicado en el litoral que une a los estados de Nayarit y Jalisco (oeste de México), a unos 40 kilómetros de Puerto Vallarta.
La belleza de sus playas y su vida relajada atraen desde hace más de una década a turistas de Canadá, Estados Unidos y Europa y, más recientemente, a australianos, dice a Efe Richard Zarkin, gerente de Relaciones Públicas de la Oficina de Visitantes y Convenciones de la Riviera Nayarit.
De acuerdo con agencias de viajes, fue el destino mexicano más visitado en 2016 y constantemente es recomendado en internet como uno de los lugares que hay que conocer.
Sayulita fue declarado pueblo mágico en 2015 por sus calles empedradas, cafés, pizzerías, galerías y pequeños hoteles.
La práctica del surf está arraigada entre sus habitantes, quienes además se dedican a enseñar el arte de “correr una ola” tanto a los niños como a los turistas que llegan.
De aquí han salido campeones de torneos nacionales e internacionales. Adrián Rodríguez es uno de ellos, representa la tercera generación de surfeadores en su familia.
El joven de 29 años, dueño de una escuela de surf, cuenta a Efe que su pasión por las olas nació a los 6 años y continúa con más fuerza tras representar a México en varias competencias.
En la última década, comenta, muchos turistas mexicanos y extranjeros decidieron quedarse en Sayulita. Buena parte de ellos para aprender a surfear y aprovechar el oleaje “privilegiado” de la zona.
“Es un lugar conocido internacionalmente porque permiten a niñitos pequeños correr sus olas”, explica.
Los niños y adolescentes han hecho suyo el gusto por desafiar al mar. Con o sin clases formales, las nuevas generaciones siguen el ejemplo de sus padres y tíos y se aventuran a conocer este deporte.
Sayulita también ofrece un remanso marino para los turistas. El camino que bordea la playa principal lleva también a un lugar conocido como la “Playa de los muertos”, que se esconde tras el cementerio municipal.
El sitio está adornado con coloridas lápidas, algunas tablas de surf, flores, velas y banderines de papel picado que contrastan con el verde profundo de la colina en la que está enclavado.
La brisa que mueve las palmeras, el canto de las gaviotas y el sonido del oleaje de la “Playa de los muertos” hacen diferente a este cementerio, dice a Efe Julia Fernández, una estadounidense radicada en Sayulita que acude al camposanto cada atardecer.
“Me gusta aquí porque puedes escuchar las olas. Es un lugar tranquilo. Es un cementerio muy especial, todo es diferente, es muy personal, la decoración en las tumbas con velas y flores, es bonito”, señala la mujer mientras prende velas a la lápida en memoria de su hijo y a la de otros 40 difuntos.
La calma del cementerio se mantiene al llegar a la playa, un paraje semivirgen de oleaje suave, arena clara, cercado por rocas y en donde se pueden ver peces multicolores a unos metros de la orilla.
“No es común realmente encontrarte un cementerio al llegar a la playa”, afirma Jorge Ramírez, originario de la Ciudad de México, quien ha visitado el lugar un par de veces.
Las horas cercanas al atardecer son el momento idóneo para disfrutar la belleza de esta playa y, con un poco de suerte, es posible ver alguna tortuga que elige su quietud para depositar y resguardar sus huevos.