Los recurrentes relatos de estafas y abusos a los turistas en la famosa plaza Yemaa al Fna de la ciudad marroquí de Marrakech han colmado la paciencia de las autoridades, que pretenden acabar con este fenómeno con la obligatoriedad en adelante de exhibir los precios al cliente.
El wali (gobernador) de Marrakech quiere hacer pasar por el aro a todas las variopintas profesiones que se ganan la vida pidiendo “la voluntad” a los visitantes: encantadores de serpientes, cuentacuentos, tatuadoras de henna, propietarios de monos amaestrados y gerentes de restaurantes al aire libre, entre otros.
Según el portal web le360.ma, la gota que desbordó la paciencia del wali fue la historia -que dio la vuelta al mundo- de aquella turista que denunció a un encantador de serpientes por exigirle 450 dirhams (unos 45 euros) por una simple foto con el ofidio colgado del cuello.
La turista, de nacionalidad desconocida, se dirigió a la Policía Turística en la misma plaza, quien ordenó el arresto inmediato del dueño del reptil para acusarlo de estafa y abuso.
El wali se ha concertado con el Consejo Regional de Turismo para tratar de poner orden en una plaza que constituye uno de los mayores imanes para el turismo en Marrakech, lo que vale decir en todo Marruecos.
Incluso los carros de caballos y los guías de a pie deberán tener en un lugar visible sus tarifas, lo que significará poner punto y final a una de las señas de identidad de la plaza: el regateo y la negociación.
La plaza Yamaa al Fna fue uno de los primeros espacios del mundo declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, en 2008, gracias sobre todo a la incansable labor del escritor español Juan Goytisolo, que había elegido la medina de Marrakech como lugar de residencia.
Contaba Goytisolo una anécdota vivida por él y que reflejaba bien el encuentro de dos mundos: unos turistas europeos se paseaban por la plaza y pidieron a un joven local que les tomara una foto; este dio unos pasos hacia atrás para tener un buen encuadre y, cuando estuvo suficientemente lejos, se dio la vuelta y huyó con la cámara.
Hay cosas que ni el wali ni una colección de decretos podrán erradicar. Goytisolo no lo llamaba robo: lo llamaba ingenio.