La aerolínea estatal sudafricana South African Airways (SAA), que es insolvente y sobrevive gracias a los rescates millonarios del Gobierno, anunció ayer la cancelación de cerca de un centenar de vuelos previstos para febrero, a fin de ahorrar costes y continuar esquivando la quiebra.
En total, la compañía anuló 48 vuelos nacionales y 46 internacionales.
La mayoría de estos últimos tenían como destino otros países de África, como Zambia, Kenia, Tanzania, o Namibia, pero la lista también incluye un servicio intercontinental que unía Johannesburgo y Washington, con parada en Accra (Ghana).
La compañía argumentó en un comunicado que se trata de trayectos con “baja demanda” y que la decisión se encuadra dentro de su estrategia de revisar las operaciones para garantizar que sus vuelos son “eficientes”.
Asimismo, la aerolínea afirmó que los pasajeros afectados serán reubicados con otras compañías.
El pasado 21 de enero, SAA ya había anunciado otra ronda de cancelaciones -con 38 rutas afectadas, la mayoría nacionales, en cuatro días- en medio de una gran incertidumbre sobre su supervivencia.
La empresa estaba entonces a la espera de una nueva inyección de capital de emergencia prometida por el Gobierno, de unos 2.000 millones de rands (unos 138 millones de dólares), que no llegó en plazo.
La aerolínea permanecía así bajo riesgo de colapsar por la falta del capital necesario para hacer frente a sus operaciones normales y al pago de los salarios de enero.
La desaparición de la compañía, que no obtiene beneficios desde 2011, supondría la destrucción de unos 10.000 puestos de trabajo en un país que ya cuenta con una tasa de desempleo del 29 %.
Finalmente, este martes el Banco de Desarrollo de África del Sur (una entidad financiera propiedad del Estado sudafricano) anunció que ponía a disposición de SAA financiación por valor de 3.500 millones de rands (237 millones de dólares), lo que despejó los peores fantasmas de la quiebra definitiva para el futuro a medio plazo.
En ese periodo de incertidumbre, los ministros del Gobierno del presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, habían reiterado que estaban buscando a contrarreloj fuentes de capital adicionales para la aerolínea, en un país en el que las gigantescas deudas de las empresas públicas -tras años de corrupción y mala gestión- se han convertido en uno de los mayores riesgos para la economía.
Sudáfrica sufre, además, importantes problemas estructurales en sectores estratégicos como el de electricidad y presenta un elevado gasto fiscal y un crecimiento muy débil (estimado en el 0,5 % para 2019).
En ese complicado marco, el Gobierno tenía poco margen para inyectar aún más dinero en SAA de forma directa, ya que el país, pese a ser la economía más desarrollada del continente, comenzó el 2020 bajo la amenaza de caer en estatus de bono basura.