Madrid esconde múltiples rincones por donde pasan los siglos y se acumulan las historias, pero siguen intactos en el tiempo, y uno de ellos es la Taberna Antonio Sánchez, en el céntrico barrio de Lavapiés, la taberna más antigua de la ciudad que lleva varios siglos siendo el dispensador de vinos y lugar de tertulias.
En la calle Mesón de Paredes permanece intacta, a pesar del paso del tiempo, una fachada de madera en la que se anuncia la venta de vino de consagrar y vermú y sifón, mientras que en su interior perviven resquicios del pasado con cabezas de toros, una barra de 150 años y cuadros taurinos que ambientan la sala de esta tasca.
La Taberna Antonio Sánchez fue fundada en 1786, antes incluso de que estuviera en pie el edificio del Museo del Prado, y desde entonces ha estado ininterrumpidamente abierta y regida por personas ligadas al mundo taurino.
El encargado de repescar la historia de este lugar ha sido el historiador Antonio Pasies, que la ha plasmado el libro “Historia de la taberna más antigua de Madrid (Siglo XVIII) y otras viejas tabernas de Lavapiés” (Ediciones La Librería) y para el que ha contado con la ayuda de su actual propietario, Óscar Priego.
Pasies relata los orígenes de la taberna, cuya fecha de origen figura en el registro municipal en el año 1830, pero hay documentación que confirma que es anterior.
Según el autor del libro, en 1787 se anunciaba en un periódico “su traspaso como taberna” y en 1650 se sabe que había “un mesón, aunque se desconocía si era el mismo”.
Gracias a estos datos, “podemos afirmar que somos la taberna más antigua de Madrid”, afirma a Efe sonriente Óscar Priego, que añade que el primer dueño documentado es el torero Colita, quien adquirió el local en 1870.
Fue a partir de 1880-1890 cuando tomó el nombre actual, tras la adquisición por parte de Antonio Sánchez, que posteriormente pasó la gestión a su hijo, quien se aficionó a los toros influido por el ambiente taurino del negocio familiar.
Unas enormes cabezas de toro vigilan a aquellos que deciden entrar y los ojos de toreros pintados por el pintor Ignacio Zuloaga observan desde las paredes.
Desde entonces, la taberna se ha mantenido estrechamente ligada con el ámbito taurino y también al mundo de la cultura.
Las tertulias, regadas por vinos y envueltas por el humo de cigarros, eran frecuentadas por Pío Baroja, Sorolla, Cossío o Antonio Díaz Cañabate, el cual se inspiró en esta casa para escribir su libro “Historia de una taberna”.
Pero uno de los referentes que se mantiene en la taberna, con una fotografía en su rincón favorito, es Gloria Fuertes, vecina del barrio, y que se sentaba en una mesa de mármol, con una copa de vino y una hogaza de pan, que mojaba en el líquido carmesí, a modo de aperitivo, mientras pasaba largas horas escribiendo.
Antonio Sánchez hijo murió sin descendencia y en el año 1980 Lola Sánchez, su hermana, vendió el negocio a Tilo Ullman, quien quiso convertir el local en un restaurante de lujo pero la idea quedó en el olvido.
“Mi padre, abogado, era amigo de Ullman y compró la taberna en 1981 como una inversión, con un socio que acabó por irse”, afirma a Efe Priego, y así se reabrió el local para mantenerse en el tiempo.
Rabo de toro, callos a la madrileña, caracoles o cocido son los platos tradicionales que se sirven con chatos de vinos.
Pero uno de los platos más solicitados son las torrijas; tanto es así que, según la leyenda, se cree que la expresión “Vaya torrija llevas” surgió en esta taberna, porque los que venían a comer una torrija bebían mucho y llegaban a casa con una buena borrachera.