Durante las dos últimas décadas hemos oído hablar mucho de él. Ha pasado de ser un “quizás” a golpearnos con su certidumbre. El cambio climático es hoy en día una realidad que afecta a toda la humanidad. Subida global de las temperaturas, frecuentes tormentas incontrolables, sequías…nuestra existencia está en juego y la cuenta atrás está en marcha.
En este reportaje vamos a centrarnos en las repercusiones que este fenómeno tiene en el sector turístico así como en las medidas que se están empezando a llevar a cabo para paliarlo y adaptarse a los cambios.
Cabe destacar en primer lugar que el turismo supone actualmente el 10’4% del PIB mundial y uno de cada diez trabajos en el mundo.
Nuestros viajes y ansia de conocer mundo le cuestan mucho al planeta. La actividad turística es una de las que más contribuye al efecto de los gases invernaderos principalmente a través de los transportes.
Se están alterando ecosistemas y se produce una evolución artificial del planeta que va dirigida a la explotación masiva de los recursos y no a un desarrollo sostenible.
La falta de previsión y una legislación laxa han sido las características de los organismos internacionales vinculados al turismo. El tema se trató por primera vez en la Cumbre de Río en 1992 en la que se aprobó el ‘Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático’ que posteriormente conduciría al Protocolo de Kioto en 1997.
A partir de 2007 la Organización Mundial del Turismo (OMT) impulsó el número de reuniones sobre el tema con varios encuentros que anticiparon la Cumbre de Bali ese mismo año, en la que se buscaba reemplazar el expirado Protocolo de Kioto, tema que se retomó en la Cumbre de Copenhague en 2009 en la que también se acordó reducir las emisiones de Dióxido de Carbono.
La principal problemática a la hora de ejecutar estas acciones es la falta de colaboración de los principales países emisores como Estados Unidos y China además de cómo llevarlas a cabo sin impedir el progreso de los países en vías de desarrollo.
Hasta ahora ni gobiernos, ni organismos internacionales ni empresas han estado a la altura y ya son muchos los científicos que claman que estamos rozando el punto de no retorno.
Diferentes estrategias
Como si de una película fatalista se tratase cada vez con más frecuencia vemos estaciones de esquí en las que falta la nieve, países tradicionalmente fríos disfrutando de veranos mediterráneos, derretimiento de glaciares…
Y es que ya en las diferentes cumbres celebradas se advertía de que el cambio de clima desplazaría a los turistas hacia destinos con alturas superiores de manera que países que soportan gran parte de su economía en el turismo verán como ese activo se reduce progresivamente.
Una previsión que ha llevado a que algunos se adelanten a los acontecimientos y ofrezcan posibilidades más diversificadas. Un ejemplo de ello lo encontramos en Suiza que ha apostado por promocionar sus veranos ofreciendo campamentos infantiles y familiares para atraer a veraneantes de montaña.
Durante los meses de invierno Suiza tiene puesta su esperanza en la nieve artificial y sus constantes avances técnicos, si bien se calcula que toda pista por debajo de los 1700 metros de altura (una cuarta parte de las alpinas) están sentenciadas a quedarse sin ningún copo.
El hecho de que los países “del norte” vayan teniendo mayores temperaturas y horas de sol derivará-según los expertos- en que el turista se decante por ellos en detrimento de los países mediterráneos que experimentarán fuertes periodos de sequías y superarán los 40 grados con mucha más frecuencia que ahora.
Por otra parte, al aplicarse políticas de control del cambio climático algunos destinos van a verse especialmente afectados. Se trata por ejemplo de aquellos considerados “lejanos” como pueden ser Australia o Asia Sudoriental. El motivo es el alto coste medio ambiental que supone coger un vuelo hacia ellos, una amenaza que puede suponer, sin embargo, el crecimiento de otros transportes como el tren o el autobús.
Fuentes de energía
Además de limitar los transportes más contaminantes y hacer un uso razonable de la energía urge así mismo investigar para que las emisiones vayan siendo cada vez menores. Se estima que entre 2005 y 2035 se habrá conseguido reducir un 32% las generadas por pasajero-kilómetro principalmente por el mejor rendimiento de las flotas actuales y futuras. Los pronósticos más optimistas con los avances tecnológicos, suben por su parte la cifra al 50%.
La buena noticia es que la OMT ha constatado que casi todas las fuentes de energía renovables son aplicables al turismo pudiendo beneficiarse de ella muy especialmente en islas y territorios apartados donde la energía tradicional es cara.
Se destaca así mismo que por lo general se trata de proyectos viables que en zonas como los trópicos pueden empezar a ser rentables en un plazo de tan solo dos años.
Las advertencias de la OMT
Desde la Organización Mundial del Turismo lleva décadas tratando de consensuar medidas entre los diferentes países y sus advertencias son cada vez más serias.
En un informe de 2007 la OMT destaca que el turismo tiene el deber de luchar “contra el cambio climático” en el marco de un compromiso general con el desarrollo sostenible. Apuntaba así mismo a las próximas tres décadas como el periodo durante el cual se tendría que “invertir” la trayectoria de emisiones de gases. Destacaba así mismo que las posibilidades de éxito son “moderadamente altas” ya que hasta ahora “se ha hecho muy poco”.
Por su parte la actual secretaria ejecutiva de la ONU para el cambio climático destaca que encontrar maneras de reducir nuestra huella de carbono es en primer lugar “una cuestión de supervivencia” si bien destacó que es también una “oportunidad” para que el sector de viajes y turismo transforme sus negocios para que formen parte “de un mercado global, marcado por el crecimiento sostenible y alimentado por energía renovable”.