Habíamos visto muchas imágenes de este moderno y cosmopolita país, considerado como uno de los “cuatro tigres asiáticos” por su éxito económico. A pesar de ser el país más pequeño del sudeste asiático, teniendo incluso que ganar terreno al mar, es uno de los centros comerciales y financieros más importantes de la región.
Pero lo más atractivo de este joven país, es su riqueza cultural derivada de una población muy diversa entre la que se encuentran chinos, malayos, indios y euroasiáticos. Esto aunado a su pasada historia como colonia inglesa, le ha forjado un fuerte carácter de modernidad y lujo, entremezclado con la esencia de cada una de sus culturas, como si se tratase de submundos que imprimen un sello único a su peculiar sociedad.
Un fin de semana en la capital del país, Singapur, nos bastó para maravillarnos con sus impresionantes vistas, múltiples colores, aromas, sabores y sonidos.
Por la mañana subimos al mirador del Hotel Marina Bay Sands, desde el cual pudimos observar una vista impresionante de la ciudad. Seguro más de uno habrá visto alguna foto de este mirador y su espectacular piscina infinity que corona un diseño arquitectónico muy audaz.
Después de esta visita nos encaminamos a Little India, el barrio indio de Singapur, donde visitamos el Sri Verama Kaliamman, el templo hindú más antiguo de la ciudad, fundado por los primeros trabajadores indios. Fue a causa de las actividades surgidas alrededor de este templo, que se empezó a definir esta zona de Serangoon Road como el sector indio. Después de esta visita aprovechamos para tomar una de las delicias de las bebidas indias, el Sweet Lasi, hecha de yogurt.
Ya encantados por el despliegue de colores, continuamos hacia Chinatown para conocer este rincón con una fuerte esencia, con sus colores rojos y dorados, con sus multitudes hablado cantonés o mandarín. Ahí aprovechamos para probar sus deliciosos platillos. Mis favoritos, los dumplings, rellenos de pollo, carne, o camarón, ¡simplemente increíbles!
Un poco más tarde dimos un rápido paseo por Marina Bay, el sitio donde se encuentra la famosa estatua del león sirena, emblemática de la ciudad.
Decidimos entrar a ese bonito edificio con forma de flor de loto que en realidad es el Museo de Artes y Ciencias. Y para nuestra sorpresa, a las 20:00hrs. pudimos disfrutar del espectáculo audiovisual que proyecta una historia sobre una pantalla de agua, potenciado con efectos de música y fuego.
Listos para la cena y bastante animados, nos dirigimos a la vibrante y colorida Clarke Quay, el lugar de la fiesta. Es una avenida bordeada por un río, plena de restaurantes y bares que por la noche se enciende de colores para recibir tanto a locales como a turistas.
El segundo día muy temprano, decidimos iniciar con una caminata matutina por la Sultan Mosque y la zona de Arab Street en donde hicimos un par de fotos muy lindas. Y de ahí partir para descansar y tomar un poco de sol a la encantadora Sentosa Island.
Podríamos habernos quedado en el parque Universal Studio en Sentosa Island, pero queríamos experimentar algo más característico de la ciudad, y sabiendo sobre su gran variedad de jardines botánicos, optamos por visitar el Garden by the Bay, un impresionante parque futurista que además tiene dos invernaderos y unos curiosos árboles que por la noche se iluminan creando una atmósfera surrealista.
Por la noche, y renuentes a nuestra partida a la mañana siguiente, nos dimos el gusto de cenar en un buen restaurante de comida asiática de la exclusiva zona de Orchard Road, donde cientos de centros comerciales iluminan las amplias calles bañándolas con un toque de sofisticación. Nos mimamos con un delicioso mackerel a la parrilla en Akashi Restaurant.
Con la sensación de que nos faltó mucho por conocer nos despedimos de esta ciudad a la que seguramente volveremos muy pronto.