Valencia enfila la recta final de las Fallas con una ocupación hotelera que roza el lleno y un clima típico de estas fiestas, que alterna sol con viento y ligeros chaparrones, y consciente de que todavía le quedan horas trepidantes de emoción, pólvora y fuego.
Después de cuatro días de intensa actividad, turistas, visitantes y especialmente falleros empiezan a evidenciar síntomas de cansancio, con afonía y ojeras, que, sin embargo, no les hacen desfallecer ante el segundo día de la Ofrenda, la noche pirotécnica de la Nit del Foc y, ya hoy, la Cremà del día de San José.
Pero la fiesta también ha vivido su cruz, porque la semana fallera comenzó con la muerte de un pirotécnico en la explosión de una caseta cuanto manipulaba material y dejó algunos incidentes por el viento, que tumbó algunos remates de falla, junto a ataques vandálicos de carácter homófobo a ninots de dos monumentos.
La ciudad, sobrepuesta de estos contratiempos, se ha dejado llevar por la fiesta, la música, el color y el olor de la pólvora y ha ido quemando etapas de su calendario fallero con premios, desfiles, mascletaes, castillos de fuegos artificiales y el fervor patente a la Virgen de los Desamparados.
Casi 35.800 personas de 131 comisiones falleras -unos 32.600 falleros y falleras y más de 3.200 músicos- desfilaron este sábado en la primera jornada de la Ofrenda para entregar a la patrona de la ciudad sesenta canastillas y 18.750 ramos de flores con los que empezaron a tejer el diseño que luce su manto.
Este domingo, la Ofrenda concluirá, tras una nuevo desfile maratoniano por la ciudad hasta los pies de la patrona, cuando la fallera mayor, Rocío Gil, deposite su ramo y entonces se desvelará el diseño que esconde este año el manto: la tradicional indumentaria valenciana de espolín, confeccionada artesanalmente con seda.
Es el preludio de la Nit del Foc, el espectáculo nocturno de fuegos artificiales en el paseo de la Alameda más esperado de las Fallas que, este año por primera vez, dispara una mujer pirotécnica, Reyes Martí, de la Pirotecnia Martí de Burriana (Castellón).
El castillo quemará más de 1.200 kilos de material pirotécnico con monotiros, volcanes, carcasas y candelas romanas disparadas “al más puro estilo valenciano” y contará con más de 4.000 líneas de disparo digitalizadas de veinte tonalidades cromáticas, que teñirán de color el cielo de Valencia.
Martí disparará también hoy la última mascletà de Fallas con la intención de dejar a todos “boquiabiertos” con un disparo “potente e intenso” y será la encargada, ya de noche, del espectáculo previo con el que arranca la cremà de la falla municipal y que, con muchos monotiros de colores, seguirá la temática cromática arcoíris diseñada por el artista urbano Okuda San Miguel.
La fiesta ve ya su fin y también queda menos para que regresen a Valencia los hastiados de una fiesta que rompe sin contemplaciones la vida rutinaria de la ciudad, caótica por el ruido de tracas y petardos por doquier, el tráfico colapsado y las intempestivas verbenas y fiestas por cualquier rincón, que ya empezaron a generar cientos de quejas incluso antes de los cinco días grandes de Fallas.
Una fiesta, también, que deja patente la falta de civismo después de cada espectáculo, con las calzadas y las aceras llenas de restos de comida y botes vacíos que dejan una imagen global de suciedad pese al afán de los servicios municipales de limpiar todo lo antes posible.
Valencia dará este lunes por concluidas sus segundas Fallas como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, que este año, como refuerzo de seguridad por la alerta terrorista, ha aumentado las vías de emergencia y evacuación, lo que ha vaciado de gente calles y terrazas, con las consiguientes quejas del comercio y la hostelería.
Pero también habrán sido las Fallas que han encumbrado más si cabe a la mujer, protagonista clave de la fiesta, al haber coincidido en marzo, el mes fallero por excelencia, la histórica huelga feminista de este año contra la brecha salarial convocada para el Día Internacional de la Mujer del pasado día 8