Viajar hasta el sur de Bélgica es sinónimo de explorar el sabor cervecero de una región que presume de tradición, talento y variedad a la hora de producir esta bebida.
Valonia, con su universo en torno a la malta y al lúpulo, se ha convertido en territorio señalado por el viajero más foodie, dispuesto a explorar esta región siempre con el sabor añejo de una cervecería esperando en cada parada.
Valonia es cultura, naturaleza e historia, pero solamente sus rutas diseñadas para los amantes de la gastronomía y la cerveza atraen cada año a miles de turistas que desean sumergirse en el universo cervecero valón, que presume de ser Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO.
Una ruta espirituosa que invita a conocer la Valonia más auténtica, aquella que presenta un gran arraigo a la tierra y a sus costumbres como una de sus credenciales.
Cervezas de estilo Saison
La provincia de Henao, al este de Valonia, es una
buena opción para comenzar esta ruta cervecera. Aquí destacan las cervezas
de estilo Saison, cuya elaboración se mantiene prácticamente inalterada
desde hace siglos. Una producción caracterizada por su proceso artesanal
rústico. De color anaranjado pálido y con notas frutales, el frescor de las
cervezas de Henao es perfecto para combatir el calor del verano.
Cerveza y Slow Life
Historia y tradición adaptada a los nuevos tiempos es un maridaje común en cada
uno de los santuarios que visitan los turistas. Otra joya de la
producción cervecera se encuentra en Namur, una provincia
que ha convertido la filosofía del “slow
life” en su mayor baluarte, también a la hora de producir cerveza. Aquí
la Blanche es la preferida por locales y turistas,
caracterizada por dejar un toque más amargo en la boca y por sus sabores de
especias.
Nuevas creaciones
La modernidad se abre camino en la provincia de Lieja, donde la
experimentación y las nuevas fronteras gastronómicas desembocan en la creación
de cervezas únicas, como la Val Dieu o la Brasserie, creadas por jóvenes
emprendedores que han decidido asentar en Lieja sus nuevas marcas, muchas de
ellas creadas en la década de los 90. Estas cervezas buscan diferenciarse por
su abundante pero sabrosa espuma, su color vivo, un sabor ácido y por su forma
de beberse, en vasos poco comunes para el ojo tradicional.
Todos ellos sabores que maridan con los más variados perfiles
culinarios, como las cervezas de perfil ácido o cítrico, ideales con el
marisco, mejillones y las ostras; las cervezas más maltosas para pescados
blancos; las maltas oscuras, perfectas para carnes rojas o incluso la malta
torrefacta con trazas de chocolate negro, café expreso e incluso regaliz para
mezclarse en el paladar con postres típicos de Bélgica como el gofre.
Rutas que, en algunos casos, vienen acompañadas de un contexto histórico
esencial en el territorio valón, para no olvidar el pasado de Europa.
Una de estas pizarras donde se escribió la historia es el escenario de la
batalla de Waterloo en 1815, acontecimiento histórico que da nombre a
la cerveza Waterloo de la provincia de Brabante, donde
esta bebida también es más que protagonista. En esta zona brillan las producciones
de cerveza Lambic, elaboradas con frutas a partir de mostos procedentes de
otros productos, como ciruelas de la zona, de fermentación abierta para la
adhesión de bacterias y levaduras salvajes.